
Claudio Guerrero Valenzuela (Santiago de Chile, 1975). Poeta y académico.
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Llamada
A esta hora suena
el rotundo tic tac del reloj
y el ladrido de los perros
que llena de nubes
el aire calmo de la quebrada.
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A esta hora entra
un tibio sol de otoño por la ventana
el vidrio molido de una voz
apenas un susurro.
Barcos pastan en la bahía como vacas cansadas.
A lo lejos una sirena anuncia un nuevo incendio.
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A esta hora
todo hechizo se rompe
cuando el teléfono dice que estás viva.
La distancia estrecha nuestras manos
cuando el silencio es una amenaza
que cubre todas las cortinas
con su violenta capa de polvo.
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Roce
Toca aún
la gota húmeda del aire
el silencio de caballo
del charco sobre la terraza
la ventana entreabierta
dejando entrar
un sonido de ranas
brincando en el suelo.
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Esa nube cargada
que muestra el fondo del pozo
hace girar los goznes
y trenza los hilos
una enredadera de roces
bajo el diminuto umbral
un agua que escurra
por todo el cuerpo
cuando la mirada se conecta
con el brillo del relámpago en los párpados.
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En ese momento en que el aire tibio
nos susurra algo al oído
debemos descifrar los códices
respirar el mundo encima
la sonoridad del ritmo de la gota
deslizándose por la rama
ese roce
ese rastro
el rostro
que augura el rapto del paisaje.
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Conjuro
Por las mañanas
las manos quedan paralizadas
quisieran desplegarse sobre la hierba
para recuperar el sonido de la tierra
el hondo aullido de los pozos de agua.
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En estos días de silencio
las manos yertas
no saben tocar la solitaria flor que ofrece
cálida al sol sus lustrosos pétalos
y se consume en una soledad de palabras mudas
como aceras lavadas por la lluvia.
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Pareciera una historia perdida
de antemano
el grafito gastado
la hoja manchada
el cuaderno escrito a tientas
por el hilo tentado que cose
el oscuro designio de los conjuros.
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*Poemas pertenecientes a Las corrientes luminosas (Ediciones Casa de Barro, 2020)