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Gabriela Albornoz (Linares, 1991)
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Retorno
Ensucio mis dedos
comiendo jugo en polvo en la vereda,
mientras las vecinas se saludan
envidiando el color de las habas nuevas.
Los viejos vinagres, como diría Prodan,
salen a fumar la tarde,
entre cada bocanada apuestan quién paga el último tinto.
Se lamentan de sus muertos,
del cantante que ya no sale,
de la niña que se casó
y del joven que se jubiló de viejo.
Acerco mis pasos a la cancha de tierra,
diviso la figura enjuta de mi padre
intentando ser el goleador de la temporada.
Limpio mis dedos en la polera
marcando un surco color frambuesa.
Existe una sofocación que vuelve al origen
el curso de un reguero se divide
en un sistema circulatorio
un corazón ya no late
el suyo, ya no late
entonces reservo un pedazo de silencio
me quedo quieta
me deshago en el llanto
hay un salar en mi boca
y sin embargo pronuncio palabras
leves y sagradas
una urdimbre de letras:
que lo que ardió una vez se apague
y descanse en la suavidad gris
de un puñado de cenizas.
Quiero escribir, pero me sale jaboncillo,
lejía, cera, cloro y lavalozas
quiero vaciar completo
el sistema de la “excritura”
en una hoja pulcra
pero termino barriendo
las migas de pan
quiero hablar de metáforas
y encuentros con la sintaxis
pero me apresuro a secar
la humedad de la ropa
y guardar las semillas
en los frascos del mueble de la cocina
escribo tres versos
y me arremango la blusa
para estrujar las acelgas cocidas
vámonos me dirá el poeta
yo no puedo escribir esa palabra
hay un límite ante lo desconocido
soy ante todos una mujer de casa.
soy la imagen roja
la figura quieta
de la crátera sobre la mesa.
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