Tres poemas de Giselle Caputo

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Giselle Caputo (Buenos Aires, 1986). Vive en Asunción (Paraguay) desde 1991.

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El perro nuestro de cada día

Es como si las bolsas de plástico
se hubiesen puesto de moda para los muebles
porque para qué recordar a los muertos
y juntar polvo en la casa

Las telarañas emigran
y las hormigas hacen lo suyo:
se llevan la última miga
de un hogar, dulce hogar

Mamá cocina, barre, y me mira
con la sugerente pupila del plagueo,
y cuando pasea por el jardín
es porque anda buscando nidos vacíos

Pero cuando vuelve el chasquido del portón,
ella sonríe, el perro entra y nos pregunta
si hoy nos sobró un poco
de nuestro absurdo pan de cada día.

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Lluvioteca

lo que saben las altas y soberbias puertas del centro
mientras llueve sobre sus carteles matutinos,

lo que saben las paredes,
el eco de las goteras en el interior de los edificios,
la asamblea silenciosa de fantasmas en las esquinas,
o su dispersión de sombras temblorosas
escondiéndose en los negocios,

lo que sabe la lluvia, que acribilla el asfalto,
ahora que le cuento mis secretos
y me resguardo en los escalones de una cafetería
y los olores me llenan de deseos extenuados

hay intuiciones veladas y certezas metafísicas
bajando con rigor inclemente
por canaletas y desagües,

veo esperanzas imposibles
repitiéndose en los charcos,
y presentimientos fatales
circulando apacibles
en el desfile de paraguas multicolores,
en las miradas solubles de los transeúntes,
o en los ojos hipnotizados de los maniquís,
que parecen sospechar un crimen
detrás de las vidrieras

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VI

La vida ordinaria es un punto fétido
sobre otra realidad maravillosa,
yo quiero ser una palabra que viaja
lo que duran sus letras,
la respiración decisiva del moribundo,
un aliento cosmogónico o apocalíptico,
un rayo que nos salve de la oscuridad
y nos devuelva el día, a las tres de la mañana,
quiero ser la fuerza intempestiva del mar,
su búsqueda obstinada sobre la playa,
el embrujo de un sonido irrepetible,
el canto de un sauce loco en medio de la noche.
Yo quiero nacer y morir en un instante,
pero que sea verdadero
como el fulgor de un incendio
que te aniquile por completo.

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