
Paula Díaz Altozano (Madrid, 1990)
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Playa de Portici (Mariano Fortuny)
El mar es todas las ciudades,
una Torre de Babel desconocida.
Mar, éter sin pájaro; el mar
somos nosotros.
Azul, ola sofocada, astros y espuma.
El cielo se derrama en olas azules,
azuladas, verdes, plateadas
y a la sombra del volcán juegan
los hijos del pintor.
¿Qué piensan ellos, tan
azules, tan claros?
Se entretienen mirando los cangrejos
llenos de sol enredados en las algas.
La arena está mojada, hay frutas:
la pintura se deshace.
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Corriendo por la playa (Joaquín Sorolla)
Escribir un trazo azul, otro verde
hasta mezclarlo con un sol que restalla.
Hace mil veranos jugaba con mis primos
y mi hermano en la playa azul,
verde, dorada, roja.
Escozor en los brazos, medusas varadas
al sol,
toboganes de plástico en las barcas.
El mundo es una boya lejana.
Frente al mar todos tenemos convicción
de dios pequeño. Sabemos que la piel
sabe a sal y que la arena abrasa.
Ser un niño es dibujar una lira
en el agua,
sentir la arena pegajosa raspando
la piel bajo el bañador.
Una ola embravecida de nubes llega
a la sombrilla y borra esta, nuestra playa.
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Amanecer con monstruos (William Turner)
Asomarse a una playa es dispersar la mirada,
fijarse en objetos vacíos:
un cubo amarillo resplandeciente, bañadores
puestos a secar, un trozo de caracola o un bote.
Mirar el mar es mirar los astros que se acaban.
El fuego en la arena dibuja
tu voz y el farallón.
Cuando era pequeña aprendí a nombrar
los monstruos en un libro de pegatinas:
rorcual común, pulpo, pez espada, hipocampo.
Ver el mar
es mirarse en un espejo fragmentado de sí mismo.
¿Dónde se encuentra este mar?
Lo hemos hallado:
se escondía en la luz de la mañana.
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*Poemas pertenecientes a Mares y monstruos (Heracles y nosotros, 2021)