Palabras para enfrentar el vacío en la poesía de Ximena Rivera

Por América Merino

Hace algunos años conocí a Ximena Rivera. Recuerdo especialmente uno de sus versos: La muerte dice: sí, sucedo, pero no soy verdad. Pienso en su poesía y en su fe en ella, en sus preguntas, en los diálogos internos que mantenía con Rimbaud y, sobre todo, en el tiempo. Ximena decía que le encantaba dejar de sentir el paso del tiempo al momento de sumergirse en la escritura. Cuando pasaba esto, entonces habría escrito realmente poesía. Sería, tal vez, una forma de derrotar aquello que intenta devorarnos, una pequeña trampa. Una manera de aprehender el mundo y convertirlo en lenguaje.

Hay un nombre que navega libremente en las páginas de Ximena: Pepe, quien fuese su compañero en los últimos años, poco a poco se vuelve el objeto lírico al cual se aferra para arrojar los cuestionamientos que alguna vez fueron dirigidos únicamente a sí misma. Todos los versos conllevan una pregunta. Entonces, pregúntate tú, Pepe, por qué la naturaleza creó por cortesía la levedad en un santuario rocoso, por qué la roca se convierte en llanura y serpentea a los vientos, a todos los vientos.

El cruce entre una condición verdaderamente sensible y un elevado nivel reflexivo aparece en visiones yuxtapuestas capaces de erigir una nueva fuerza lírica, que no se ve desbordada de ornamentaciones, sino todo lo contrario, nos llama a contemplar la esencia de su propia interioridad. La poesía de Ximena Rivera se atreve a observar el vacío y enfrentar la mirada que éste le devuelve. El silencio se confundirá con una página en blanco / con un espacio sin límites. Al mismo tiempo, Ximena Rivera aborda la aparición de un aspecto religioso o místico que se manifiesta en el diálogo que atraviesa su identidad, su oficio y las crisis que habitan tanto dentro como fuera de sí, finalmente grabadas en su escritura como un acto de fe.

Estos principios estéticos articulan una compleja epistemología del lenguaje, consciente de sus dolores y la separación social, que algunos autores han llegado a tratar como exclusión1. Sin embargo, es imposible dejar de distinguir el equilibrio que Ximena Rivera alcanza y logra mantener en su obra, una poética que se nutre de su propio testimonio, de su experiencia creativa y de este «largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos»2.

El Vacío

No sé modular la palabra amor,
ese verbo grande y final.

Grande, grande es mi súplica,
mi ruego es comprender por qué
el amor demora siglos en llegar a ser amor.

* * *

No sé cuánto ha durado el viaje

ni sé ya medir el tiempo,

pero estamos muy cansados

de luchar con el mar

y con esta extrañeza de estar vivos.

A estas alturas sospechamos

que no es verdad

que un poema se escriba con palabras. 

* * *

1. «Ximena Rivera: la gramática de la suspensión o el desorden razonado de los sentidos», Nadia Prado (2020).

2. Carta del vidente, Arthur Rimbaud (1871).

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