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Tres poemas de Luis Riffo

Luis Riffo (Temuco, 1965)

Un tren con poemas

Te mereces, hermosa, el mejor de los poemas
un libro entero de magníficos poemas
un tren repleto de poemas de amor intenso
sin hipérboles ni eufemismos
versos que vengan directo desde la vida
hasta la medrosa página en blanco
y lleguen a vivir ahí sin estruendo
como si entraran en su propia casa
como si la tinta negra fuera la prolongación natural
de las divagaciones inconducentes de mi cabeza
y la continuidad de mis fluidos seminales y sanguíneos.

Te mereces un largo poema neorromántico
que no exagere ni escatime
que vuele sobre la realidad sin aspavientos
dibuje los caracteres precisos, escriba la traducción exacta
de nuestro amor irrepresentable, intraducible
y pronuncie tu nombre sin necesidad de que te vistas de gala
ni te sonroje la vergüenza ajena de una declamación excesiva.

Te mereces un poema épico sin víctimas fatales
con heridos sí, corazones destrozados tal vez
caballeros temerarios que prefieren la espada a la pluma
los riesgos de una vida agitada, incierta
en lugar de los sedentarios ejercicios de la escritura
para desfacer los entuertos de la vida cotidiana
y salvar a mi damisela de los dragones de la angustia.

Te mereces un poema lárico
que se parezca a tus ojos tristes
a las estaciones que persisten en tus recuerdos
donde siempre estás con una maleta llena de pequeños sueños
mirando el horizonte y la línea férrea que se diluye a lo lejos
a la espera de un tren que nunca llega, que tarda
pero que tú sabes muy bien que viene.

Te mereces un poema onírico
escrito bajo la mirada atenta del yo
para que riegue las calas y buganvilias que invaden el andén
alimente los pajarillos que salen de tu sombrero negro
y le dé cuerda al reloj derretido en el frontis de la vieja estación
mientras empiezas a levantar tu propio vuelo
sin alarde ni agitación
un vuelo melancólico y sin turbulencias
que transcurre inmóvil en medio de la noche
a escasos segundos de un despertar paulatino
y un plácido aterrizaje sobre nuestra cama
a escasa distancia del poeta que cuida tu sueño
e intenta escribir esos magníficos poemas
que parecen venir, que tardan, que nunca llegan.

La dicha verdadera

Esta forma de vivir y morir

como fugitivos de nosotros mismos

no se ajusta a nuestros viejos sueños

y lo que parece consentimiento

es la cicatriz de nuestra derrota

y lo que parece resignación

es una paciente resistencia

y lo que parece felicidad

es de verdad nuestra felicidad

que sobrevive no gracias

sino a pesar

del falso esplendor que nos rodea.

.

Las puertas

Cada vez que abrimos una puerta para salir
al otro lado estamos nosotros cerrándola,
detenidos por el vago presentimiento
de que algo olvidamos, algo dejamos pendiente.

Mientras revisamos nuestros bolsillos
y comprobamos que todo parece estar en orden,
el que abrió la puerta que nosotros cerramos
nos grita en vano desde adentro que ahora sí,
que el universo le ha mostrado su secreto.

Parece que el asunto se redujera a eso:
abrir y cerrar la hoja rígida de las puertas.

Nadie logra explicar el motivo de tanta agitación.

Huimos de una sombra que la luz fácilmente desvanece,
una caricatura jadeante que arrastra
los caracteres vacilantes de nuestro nombre.

Por otra parte, perseguimos un ídolo deslumbrante,
cuyos fabulosos atributos —imposibles, inhumanos—
se degradan poco a poco a medida que nos acercamos.

Si lo alcanzamos —pero eso nunca, nunca ocurre—,
el resplandor se disipa y en su lugar
el reflejo exacto de nuestro rostro nos mira, perplejo.

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